Sin embargo, mi curación, no comenzó sino cuando dejé de tomarlas. En la búsqueda de lo que ocultaban las pastillas, caí en una profunda depresión.
Cuando tenía 30 años nació mi hijo Mateo. Su llegada me motivó aún más a tratar de encontrar una salida al estado de negatividad en que vivía. Ahora no sólo quería cambiar por mí sino por él.
Por largos años estuve probando con diferentes terapias. Unas me ayudaron más que otras, pero no fue sino hasta que decidí escuchar a mi intuición y mantener estas tres prácticas, que logré liberarme de creencias falsas y debilitantes y comenzar a tratarme con amor y salir de la depresión.